Christian A. Martínez: En tiempos de crisis, una analogía para la reflexión

Por: Christian A. Martínez.

Colaborador.

Muchas comparaciones se han realizado de la manera de gobernar del partido en turno  con acontecimientos históricos, sobre todo con sus principales funcionarios federales, algunas de ellas hablando en positivo de su desempeño, pero la mayoría evidenciando sus errores de principiantes o sometidos completamente a la visión unipersonal del Presidente.  El mismo mandatario Andrés Manuel López Obrador (AMLO), trata de compararse con personajes ilustres de la historia de México queriendo presentarse como continuador de las grandes trasformaciones en la nación impulsadas por Benito Juárez, a quien al parecer tiene en gran estima, pero las circunstancias han evidenciado su falta de capacidad para dirigir nuestro país y junto con su gabinete es sometido a duras críticas, a cuestionamientos que rayan en la burla social pues ponen de manifiesto su incapacidad para el desempeño de las carteras asignadas.

Hoy es evidente la inconformidad, el desencanto por parte del ciudadano que brindó el apoyo electoral al proyecto de regeneración nacional impulsado por MORENA, el partido del presidente, tenemos incluso a los que se dan de “topes en la pared” por los despropósitos y errores que genera continuamente el Gobierno Federal.

La analogía que realizaré  es con respecto a la manera de gobernar de la cuarta transformación y el último régimen monárquico en Rusia. Es bien curioso que haya bastantes características semejantes a pesar de la gran brecha histórica- económicas que tenemos pues hablamos de tiempos y naciones distintas. Así nos encontramos con el Zar Nicolás II de Rusia, la zarina Alejandra Fiódorovna Romanov y Grigori Rasputín, quienes son los personajes que representan al régimen monárquico que con sus hechos burdos  provocaron el derrumbe de su imperio, dejando lugar a  la burguesía emergente de ése país y hacen de su resistencia ante el cambio de sistema gubernamental  una comedia para la historia. A continuación daré  detalles por las que me atrevo a realizar esta comparación.

Según cuenta Trotsky,  en Historia de la Revolución Rusa, el zar  Nicolás II no podía observar a ningún hombre de talento, no se sentía a gusto entre gente con cualidades,  por el contrario estaba más que contento entre los deficientes mentales y elegía a sus ministros ateniéndose al principio de permitirse resbalar cada vez más bajo.  Esto es muy parecido a la manera que tiene nuestro mandatario al elegir el cuadro que se supone le ayudará a dirigir el destino de la patria, con la diferencia de que aquí hay gente muy capaz pero que se dejan ningunear por su jefe, quien los contradice, los exhibe y poniendo en duda tanto sus capacidades como conocimientos, por tanto el resultado al frente de las secretarías es bastante deficiente, añadiendo que también se basa en compadrazgos perdonando a personajes como Manuel Bartlett ligado a presuntos actos de corrupción lo que contradice su discurso con la realidad.

Volvamos a Rusia: El Zar decidió incorporarse como general a la guerra y la zarina gobernó el reino durante ése período, pero ella realizaba las acciones que le dijera Rasputín, aunque fueran un costal de equívocos, algo así como lo que hacen los secretarios de las carteras federales al recibir una orden del mesías sabiendo que muchas de las veces son barbaridades y que tienen la obligación de realizarlas. Grigori Rasputín era un ser despreciado por la población, muy casquivano al  momento de la toma de decisiones para fomentar el cuidado de los dominios del Zar.

A Rasputín sólo le interesaban los cariños emitidos por las doncellas de la realeza, por tanto, la estructura gubernamental que puso en marcha con el consentimiento de Romanov fue la culpable del fracaso, pues en sus filas se encontraban religiosos, adivinos, curanderos como el metropolita de  Petrogrado, Pitirim, y el arzobispo Varnava, persona casi analfabeta, a este gabinete denominaron: “La camarilla palaciega de los leprosos”. Aquí tenemos otro punto de comparación con el gabinete presidencial en México compuesto por retazo político de otras ideologías y  personas no aptas para fungir en el puesto que les otorgó el señor Obrador.  Basta con citar a la secretaria de Economía, Dra. Graciela Márquez Colín  que dejó al descubierto la falta de conocimientos que tiene y que no merece representar los asuntos económicos de ninguna nación cuando no fue capaz de leer una cifra numérica de ocho dígitos.

Es notoria la influencia que tuvo Rasputín en las decisiones del reino, para hacernos mayor claridad de su poder, se dice que fue capaz de convencer al ingenuo Zar de llenar su vagón de imágenes y estampitas de santos, con los que quiso hacer  frente, primero a la artillería japonesa  y luego a la alemana. Este acontecimiento es bastante parecido a lo que el mandatario mexicano  hizo cuando se le plantearon las medidas de sanidad para evitar contagios por la covid-19 y también mostró una imagen del Sagrado Corazón y desde la tribuna exclamó: “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, forma muy impropia y lejana al estadista que México necesita en estos tiempos para resolver los problemas del país.

Termino tomando un fragmento del libro citado, para reflexionar las palabras que un cercano dirigió al Zar: “Señor, a vuestro alrededor no ha quedado un solo hombre honrado ni digno de confianza: los mejores han sido alejados o se han ido, quedándose solo los que gozan de dudosa reputación.”

 Hoy que México enfrenta la crisis sanitaria, los severos problemas económicos, el desempleo, el riesgo de hambruna y la presión del gobierno norteamericano se requiere de mexicanos patriotas dirigidos por el Presidente de México y no los que tenemos ahora que le obedecen ciegamente, eso implica tal vez que los funcionarios pongan en riesgo su titularidad, pero se requiere que sean los conocimientos científicos, no las ocurrencias, ni creencias religiosas con las que se enfrenten problemas reales como la covid-19.